Conmoción y asombro por las sanciones a Rusia

Tal es el impacto de la invasión rusa de Ucrania que las sanciones occidentales pueden haber ido más lejos que hace una semana. No solo se prohibió a varios bancos rusos usar la red de mensajería Swift, sino que la Unión Europea, Estados Unidos y el Reino Unido también impusieron sanciones al banco central de Rusia, reduciendo drásticamente el uso de sus reservas de divisas. Estos movimientos no detendrán la guerra de Vladimir Putin. Pero ejercerían una enorme presión sobre la economía rusa y, con el tiempo, exprimirían la capacidad del Kremlin para hacer la guerra.
Desde la agresión de Rusia contra Ucrania en 2014, Moscú ha tratado de proteger su sistema financiero para que Estados Unidos no lo corte de los mercados internacionales. El Banco Popular de China ha acumulado 630.000 millones de dólares en reservas de divisas y las ha cambiado de dólares a euros, yuanes chinos y oro. Moscú parece creer que una Europa dividida que depende del gas ruso no se unirá a Estados Unidos. Pero ahora cerca de la mitad de las reservas totales de Rusia están congeladas.
Combinado con sanciones financieras más amplias, el impacto es considerable. Si bien el banco central ha duplicado las tasas de interés al 20 por ciento, el rublo ha caído más que durante la suspensión de pagos de Rusia en 1998. La corrida bancaria aún no se ha materializado, pero muchos rusos han estado haciendo cola para obtener efectivo. Si bien Occidente no busca apuntar directamente al pueblo ruso, el paquete reduciría el nivel de vida y podría erosionar el apoyo a un líder que prometió estabilidad después del caos de la década de 1990.
Los pagos de petróleo y gas todavía están en gran medida excluidos de las sanciones. Eso puede ser lamentable, pero las sanciones sobre los pagos no tienen sentido mientras Europa dependa de los suministros rusos para evitar la escasez. Además, si los envíos de Moscú se restringen solo parcialmente en lugar de detenerse por completo, el aumento de los precios mundiales de la energía compensará algunos de los costos de Rusia.
Algunas medidas ya se están consolidando a gran velocidad. Occidente ahora necesita evaluar su impacto. Las democracias buscan asegurarse de que el régimen de Putin pague un alto precio por sus ataques cada vez más sangrientos y cambiar los cálculos del presidente ruso sobre hasta dónde está dispuesto a llegar en la agresión. También deben tener en cuenta que imponer un colapso económico rápido podría provocar una reacción violenta de los rusos que no son responsables de la guerra y llevar al borde del abismo a líderes cada vez más paranoicos. Las sanciones deben calibrarse para aplicar una presión fuerte pero controlada.
La información pública en torno a sus objetivos también debe ser unificada y coherente. El Kremlin podría usar una retórica suelta como la sugerencia del ministro de finanzas francés de que el objetivo es «una guerra económica y financiera a gran escala contra Rusia, Putin y su gobierno». Dmitry Medvedev, ex presidente ruso y ahora vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, advirtió que las guerras económicas a menudo se convierten en guerras reales. Se debe señalar una «salida» al Kremlin, o bajo qué circunstancias puede comenzar la relajación de las sanciones, para evitar un ciclo de escalada en ambos lados.
También se necesita una planificación política y técnica urgente para gestionar los efectos indirectos en el sistema financiero occidental. Las consecuencias negativas podrían ser impredecibles, con algunos inversores obligados a vender sus activos más líquidos y seguros, como los bonos del Tesoro de EE. UU., para compensar la congelación de los activos vinculados a Rusia. El impacto también podría extenderse a través de las cadenas de suministro de formas imprevistas, con pagos adeudados por los socios comerciales de Rusia que afectarían a empresas en Europa y Estados Unidos. Occidente ha mostrado una resolución inesperada; necesita demostrar que también puede soportar el dolor económico.