La sabiduría que nunca funciona

En un breve ensayo que relata algunos de los argumentos más relevantes del liberalismo clásico (Legislación excesiva, 1853), señaló Herbert Spencer:
Si el Estado cumplía con eficiencia sus indiscutibles deberes, este afán por reasignarlo podría ser una excusa. Si no hubiera quejas sobre su mala administración de justicia … que estaba jugando al tirano donde debería haber sido el protector … nosotros, en fin, hubiéramos probado su eficacia como jueces y abogados defensores … manos.
Es preocupante que si tales palabras se pronunciaran hoy en una asamblea parlamentaria (por no hablar de los departamentos económicos), quienes las pronuncien serían considerados extremistas. ¿No es sensato asegurarse de que el gobierno está haciendo bien lo que está tratando de hacer antes de intensificar sus funciones? ¿No es el tipo de sabiduría que practicamos con los niños para asegurarnos de que hagan sus deberes y no suspendan la escuela antes de permitirles que realicen actividades extracurriculares? ¿No es tal vez algo que hacemos en términos nuestros? tengo ¿Trabajar para asegurarnos de no hacer demasiados compromisos que, en última instancia, no cumpliremos correctamente?
Esta sabiduría básica no parece aplicarse al gobierno, ya que por definición es omnipotente. En una publicación de blog reciente, David Boaz, citando un estudio de Scott Lincicome, sugiere: «Antes de crear nuevas pautas, debemos eliminar las pautas que pueden haber causado el problema exacto que estamos tratando de resolver». Es paradójico que esta forma de sentido común deba descartarse como heterodoxia libertaria. En un mundo más sano, los defensores de la intervención del gobierno insistirían en una evaluación adecuada y regular de sus obras. Puede pensar que el gobierno gasta y decide mejor que el individuo, pero entonces debería ser el primero en revisar esta propuesta con regularidad, aunque sólo sea para mantener la confianza pública en el gobierno. En cambio, la gente tiende a creer que el gobierno SIN CONTROL es mejor gastando y tomando decisiones que la gente. Tal vez, como insinúan algunos de los que sostienen el punto de vista anterior, la verdadera división política no existe entre quienes les gusta el gobierno y quienes lo odian. Es entre los que escribirían un cheque en blanco al gobierno y los que no.