Economía

Los esfuerzos de recuperación de Europa deberían ser más inteligentes, no mayores

El autor es profesor invitado en la práctica en la London School of Economics y exdirector general del Ministerio de Finanzas de Italia.

¿Está Europa haciendo demasiado poco, demasiado tarde, para apoyar su recuperación económica posterior a la pandemia? La pregunta estuvo en el aire esta semana, incluso después de que la UE llevó a cabo su acuerdo más ambicioso en los mercados financieros mundiales. El punto esencial para el futuro es que el apoyo fiscal, económico y monetario para Europa no tiene que ser mayor, sino más inteligente.

Algunos políticos respetados como el exministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble están a favor de los programas de estímulo económico impulsados ​​por la deuda de la UE, pero, no obstante, exigen un rápido retorno a la disciplina fiscal y monetaria. Otros advierten sobre los riesgos de retirar el apoyo demasiado pronto y volver a una combinación de políticas inadecuada. Creo que el punto de partida es acertar en el debate.

La UE de 27 naciones y la eurozona de 19 naciones en su corazón son ejemplos de asuntos pendientes. Las partes que faltan incluyen instrumentos adecuados para la estabilización macroeconómica. Una de las debilidades de la estructura actual es el riesgo de que las emergencias fiscales y bancarias se agraven entre sí, como vimos hace 10 años. La falta de capacidad fiscal en el centro conduce a una dependencia excesiva y políticamente controvertida de la política monetaria no convencional del Banco Central Europeo.

Durante la pandemia, todos los países de la UE, pero especialmente los económicamente más débiles, se beneficiaron de la suspensión de las normas fiscales de la UE y del paraguas protector del BCE. Las políticas nacionales incluyeron garantías gubernamentales para préstamos bancarios, compensación por pérdida de ingresos para trabajadores y empresas, programas de retención de puestos de trabajo y el aplazamiento de algunos impuestos. A pesar de algunas dificultades y retrasos, estas medidas, en general, han sido eficaces para estabilizar las economías de la UE y sentar las bases para la recuperación. Un plan de la UE generoso y polifacético también ayudó a contrarrestar la recesión.

Es cierto que la reacción política estuvo lejos de ser perfecta. Fue improvisado ad hoc y para emergencias. Estaba orientado a transferencias fiscales entre Estados miembros, mientras que la zona del euro realmente necesita activos europeos seguros y una capacidad fiscal centralizada.

Sin embargo, incluso si la respuesta del gobierno podría haber sido más oportuna y más eficiente, es difícil argumentar que debería haber sido mayor. El Consejo Fiscal Europeo, un órgano asesor independiente de la Comisión Europea, concluyó esta semana que «las medidas adoptadas hasta ahora por los gobiernos o anunciadas de manera creíble parecen estar logrando un nivel adecuado de apoyo fiscal». Estoy de acuerdo con esta evaluación.

Cualquier crisis futura no se tratará de hacer más, sino de hacerlo mejor, y para eso debe intervenir la dimensión europea. Con activos de la UE seguros y una capacidad fiscal permanente en su centro, las respuestas políticas del bloque serían al menos tan poderosas como las nacionales actuales, pero más sostenibles, automáticas y oportunas.

La otra parte del plan de recuperación de la UE se refiere a la resiliencia. El objetivo es aumentar el crecimiento potencial a través de la inversión pública respaldada por reformas estructurales. Si bien la mayoría de los esfuerzos de estabilización macroeconómica se han dejado en manos de iniciativas nacionales, el Plan de Resistencia dependerá en gran medida de fondos europeos financiados conjuntamente, como el bono de 20.000 millones de euros a 10 años lanzado esta semana por la Comisión Europea.

El plan se dirige a los países más necesitados. Entre ellos se encuentran los Estados miembros menos prósperos, para los que la ayuda regional de la UE representa desde hace mucho tiempo una proporción significativa de su producto interior bruto. Sin embargo, uno de los dos mayores beneficiarios será Italia, que hasta ahora ha sido un contribuyente neto al presupuesto de la UE. Un cuarto de siglo de subdesarrollo económico ha hecho que Italia se deslice hacia la mitad inferior de la UE en términos de PIB per cápita.

Italia y España, los otros grandes beneficiarios, tendrán una enorme responsabilidad una vez que se ponga en marcha el plan de estímulo de la UE. Los fondos deben utilizarse de forma eficaz. Las reformas concretas deben hacerse visibles para los gobiernos europeos y los votantes de otros países para que la UE pueda pensar en los pasos futuros hacia la integración.

Por supuesto, no hay excusa para que algunos países no hayan implementado reformas estructurales y hayan hecho un buen uso de la inversión pública en el pasado. Sin embargo, las estrictas restricciones presupuestarias dificultaron en ocasiones a algunos gobiernos cofinanciar proyectos con los fondos estructurales de la UE y mantener niveles adecuados de gasto en inversión pública. Esto exacerbó sus problemas de crecimiento.

Además, las respuestas mal orientadas a crisis anteriores y una combinación desfavorable de políticas fiscales y monetarias no lograron el consenso político y social necesario para reformas estructurales profundas del lado de la oferta. En cambio, crecieron los movimientos populistas antisistema, lo que hizo que se revirtieran algunos de los avances de reforma logrados en el pasado.

No hay duda de que en algún momento será necesario restablecer la disciplina presupuestaria en toda la UE. Sin embargo, el objetivo general es reformar las economías europeas y prepararlas para los desafíos futuros. Esto requiere un marco presupuestario mejorado y un equilibrio adecuado entre la política presupuestaria, las estrategias económicas y las medidas de política monetaria del BCE. El trabajo de Europa no es encontrar una respuesta mayor, sino una mejor.

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