Los 6 Papas Más Locos De La Historia De La Iglesia Católica

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Desde juzgar un cadáver por perjurio hasta vender el papado para casarse con un primo, el catolicismo ciertamente ha tenido su parte de papas pintorescos.
Papa Formoso (891-896)
Fuente: Blogspot
Si bien el reinado pontificio de Formoso se destaca más por su brevedad que por su amplitud, es la locura absoluta que definió su vida después de la muerte lo que lo convierte en uno de los papas más locos del mundo. Un año después de su muerte, el bastante chiflado Papa Esteban VI ordenó que el cuerpo disecado de Formoso fuera exhumado y llevado a juicio.
Conocido como el Sínodo del Cadáver, el cadáver de Formoso fue vestido con vestimentas papales y condenado en consecuencia. En el fallo, se declaró que Formoso no era digno del pontificado, y todos los actos y medidas realizados bajo su papado fueron declarados nulos y sin efecto.
Tal fue el caso de tres de sus dedos, ya que habían sido utilizados en varias consagraciones “ilegítimas”. El cuerpo de Formoso era tan repugnante que los clérigos lo arrojaron al río Tíber, solo para ser exhumado más tarde por un monje y llevado a juicio, nuevamente, por Sergio III. Esta vez, el castigo de Formoso fue una decapitación.
Papa Sergio III (904-911)

Fuente: Todos los carteles
Más allá de ordenar el segundo Sínodo del Cadáver sobre el desafortunado Papa Formoso, Sergio III es mejor conocido por ser el heraldo de las rameras, transformando el papado en lo que muchos historiadores denominan la ‘pornacracia’ y ordenando el asesinato de al menos uno de sus predecesores papales.
En 904, se informa que Sergio, sediento de poder, ordenó el asesinato por estrangulamiento del antipapa Cristóbal y el papa León V, aunque la validez histórica de este último todavía está envuelta en un misterio.
Entre sus episodios de deporte sangriento, Sergio todavía encontraba tiempo para el amor con su amante Marozia, de 15 años. Esta cita resultó en el nacimiento de su hijo ilegítimo, el futuro Papa Juan XI. Y con la exorbitante cantidad de poder que Marozia y su madre Theodora tenían sobre Sergio, algunos creían que el puesto papal se convirtió en poco más que un prostíbulo.