Dulce historia de un artista misterioso animando la cafetería del hospital con servilletas bailando en Granada, España

Después de semanas de misterio, el Hospital San Cecilio de Granada finalmente ha conocido la identidad del reservado artista de origami que trajo una sonrisa a la cafetería con sus extravagantes creaciones.
Aproximadamente cada tres semanas, el personal de la cafetería del hospital encuentra varias bailarinas hechas de servilletas en la ventana.
Pasaron los días y 21 días después apareció una nueva pareja. Por lo tanto, la colección aumentó gradualmente.
Los bailarines usan faldas mullidas y grandes sombreros, sus brazos están enrollados y cuando se les golpea suavemente, se relajan y parecen estar bailando.
Aquí es donde comienza el misterio de la bailarina de origami.
Después de que la colección creció a seis parejas, el personal del hospital decidió tratar de identificar al artista anónimo para expresar su gratitud.
El 11 de marzo, publicaron dos imágenes de los personajes y le pidieron a Twitter que «haga su magia».
“Un misterioso artista tiene desde hace un tiempo a estos servilleteros en la cafetería, queríamos encontrar a este hombre que siempre nos sorprenderá y agradecerá de una manera especial.
Al día siguiente, Jorge Molina contestó el tuit respondiendo rápidamente a la pregunta.
«Ese tipo no la pasó muy bien, pero hacer estas manualidades lo soltaba, lo distraía y lo ayudaba a seguir adelante. Era mi papá. Todos sabían que era el Paquito de Padul».
Así se reveló que el origami era Francisco Molina, de 81 años, un mecánico nacido en Salobreña al que hace un año le diagnosticaron cáncer de colon.
Después de la cirugía en noviembre pasado, tuvo que ir al hospital para recibir tres horas de quimioterapia cada tres semanas.
«Teníamos que estar allí a las nueve, pero la quimioterapia no comenzó hasta las 10.30», explicó el paciente.
Así que cada 21 días Paco se sienta en la cafetería del Hospital Universitario a las 9:30 am, y después de pedir un café, coge una servilleta y empieza a hacer manualidades.
Puso el trabajo terminado en la rendija de la ventana y fue al hospital en el séptimo piso para recibir tratamiento.
«A veces me como un dulce después de la quimioterapia para deshacerme del mal sabor de boca y luego hago los números con papel de regalo.
“En los bares donde me conocían me quitaban el servilletero porque hacía de todo: sombreros, aviones, pájaros… pero las bailarinas eran las que más atención llamaban”, dijo.
Solo ha tenido cuatro sesiones, pero ya ha tenido tiempo de hacerse querer en el Hospital San Cecilio.
leer más: